SENSACIONES

mayo 22, 2017

El pez Fundido en la Ola

Corría el año 91cuando le compré a un amigo una tabla de surf, le reparé cuatro agujeros con un poco de resina y un día de ese verano, vi que el mar estaba removido y decidí ir en busca de las olas.

Llegué a la playa de Paguera sobre las tres de la tarde, el mar estaba grande. Según dijeron había dos metros pasados y algunos surferos dentro del agua.

Pensé:  “por fin voy a surfear!, tengo una tabla bajo el brazo, las olas ante mi, un día precioso y  soleado…” Casi sin pensarlo, me até la tabla al tobillo con el invento de caucho y me lancé al agua. Parecía imposible salir. La rompiente de espuma sobrepasaba el metro de altura y cada vez que venia, me arrastraba los metros que había avanzado. Estaba desconcertado, allí fuera había gente flotando como si nada, mientras las olas les pasaban por debajo. “¿acaso nadaban mejor que yo? no lo entiendo soy un buen nadador…”

Después de tragar mucha espuma, remando contra las olas, conseguí pasar la rompiente, colocándome cerca de los surferos, donde las olas no rompían. Tarde un buen rato en recuperar el aliento, estaba extenuado.

-“parece que viene una serie”- dijo uno,  los surferos remaron todos a la vez, en la misma direccion . Yo, por aquello de “donde fueres haz lo que vieres” , remé con ellos. La emoción me embargaba, hasta que vi a unos 100 metros de mi posición una barra inmensa de agua desplazándose hacia nosotros. Detrás de esa primera barra se podían apreciar dos o tres más. Era la serie que se iba acercando.

Algunos surferos aullaban de júbilo,  otros ya estaban posicionados y mientras remábamos hacia las barras, veíamos a unos cuantos que nos daban la cara. Un rostro se iluminó, alguien gritó: “voy!!”.

El ruido era ensordecedor y de repente vi a alguien que iba de  pie en la ola, surfeando en la parte limpia de la misma y dibujando una estela de espuma que el mar borraba a medida que la ola rompía.  Unos segundos después tenia la ola rota en mis narices, tres surferos que remaban delante de mi, desaparecieron en la espuma. Intenté imitarles y mientras ellos salían detrás de la ola, yo fui arrastrado unos 20 metros hacia atrás. No sabía muy bien lo que estaba ocurriendo, pude ver que ellos desaparecían en la pared de la siguiente ola, que claramente me iba a reventar encima.

Me zambullí en el agua, el mar fue violento conmigo. Sentí que me centrifugaba como si estuviese dentro de una lavadora, luego vino más espuma y luego más. La ola me fue arrastrando hacia la orilla, apenas un par de veces pude coger un poco de aire. Cuando llegué cerca de la orilla me puse en pie para salir del agua, mi cuerpo se tambaleaba de un lado a otro, estaba más aturdido que asustado. Me senté en la arena, escuchando el mar, su rumor me embriagaba, su canto forzaba mi voluntad: ¡quería surfear!

Pasó aquel septiembre, fui conociendo gente, aprendí a orientarme con el sol, a ver la evolución de una borrasca en el dibujo de las nubes en el cielo. Me acostumbre a sentir en pleno enero un hilo de agua helada recorriendo mi espalda y al abrazo de una fuente de energía inagotable, la vida.

Aprendí a leer en el cielo las olas que han de venir por el mar, era como si sintiera en el ambiente la energía de las olas. Eran los comienzos de un aventura que aun a día de hoy me sigue enseñando cosas nuevas. Las peripecias y relatos podrían llenar paquetes enteros de folios.

En todos estos años he visto de todo, días de verdadero pánico, algunos viajes al hospital (por algún novato con menos suerte que yo en su primer día). En un día de olas he visto el miedo dibujado en muchos rostros, yo mismo me he quedado sin aliento al ver la grandeza y el poder del mar y alguna que otra sesión ha finalizado con la determinación de no volver nunca más, pero el mar te llama.

Bueno, esta sólo es una cara de la moneda, por supuesto esto, tiene otra cara:

Era a finales de septiembre del 97, cuando los ponientes toman la iniciativa, regalándonos unas sesiones inolvidables en Paguera y el Arenal. En la playa de Paguera el sol estaba dibujando el atardecer, armonicé mi cuerpo con el entorno, pedí permiso al mar para entrar, y me deje llevar por la corriente que se forma con la resaca y el espigón. En apenas un par de remadas estaba fuera. Las olas me mecían juguetonas antes de presentar su inmensidad.

Llegando al pico, alguien dio una voz: -¡Eh, mirad¡¡- Alcé la vista, el sol atravesaba la cresta de la ola y se apreciaban dos peces en lo alto; Eran uno con la ola, la ola y ellos eran la misma cosa. La belleza de ese momento me fundió con el mar. Pinché la ola para salir por detrás, la propia fuerza de la ola me ayudó. Me quede bien colocado, dispuesto a remar la siguiente ola de la serie, sentí como su brazo me empezaba a levantar, di una remada y de un salto me puse de pie en la tabla. Había dos metros buenos, mientras me deslizaba, con las yemas de los dedos rozaba la pared de la ola que se iba levantado ante mi.

Atención sin tensión. Puro presente sin pensamiento alguno. Llorar y reír al mismo tiempo. Mantenerte alerta en un estado puro de relajación. Es un momento de gracia en el que se percibe la Unidad. Eres uno con la ola y ésta uno con el mar. Yo no existo, ni tampoco la ola, como entidades separadas. No te concentres en la gesta porque no es tal. Solo eres el pez fundido en la ola, la ola inmersa en el Todo.

El profesor de yoga no es un terapeutaRetiro de Yoga Dinámico en Mallorca Agosto 2018

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