O lo que es lo mismo, confundir el fin con el medio en el Yoga. Muchos son los estilos y las formas de practicar yoga, seguro que has oído hablar del yoga, pero lo que no está tan claro es a qué se refiere la gente cuando dicen que hacen yoga.
Primero, sería interesante diferenciar entre yoga como estado y yoga como proceso. En realidad cuando alguien dice que hace yoga, lo que quiere decir es que está desarrollando una práctica para llegar a un estado de yoga, el cual es una experiencia subjetiva y por tanto no definible, sin dar lugar a interpretaciones. Eso, además, da lugar también a la multitud de estilos y formas de practicar que existen.
Así que tomando como punto de partida una de las definiciones de Yoga que encontramos en los Yogasutras de Patanjali, podríamos decir que yoga es el estado en que la percepción (conciencia) no se ve afectada por los condicionamientos mentales. Por lo tanto, la propuesta se refiere a un estado sutil, difícil de percibir, precisamente debido a la bulliciosa actividad de la mente.
¿Cómo puede una postura silenciar la mente hasta el punto de ver sus movimientos sin implicarte en ellos? La respuesta es que no es la postura en si, sino la forma de acceder a ella con las implicaciones de atención que conlleva.
Cuando comencé a practicar yoga, fue desde un enamoramiento externo, me maravillaba la belleza de las posturas y durante algún tiempo anduve confundido en el desarrollo de mi práctica. Ponía énfasis en la práctica para conseguir el mayor número de posturas posibles y con la máxima perfección, en realidad me convertí en un verdadero experto de contorsionar mi cuerpo, incluso notaba que mucha gente me admiraba por ello.
Todo ello sin duda contribuye al refuerzo de la personalidad egótica, que curiosamente está marcado como una de las causas del sufrimiento, pero eso es harina de otro costal. En lo que se refiere a la práctica, sin darme, cuenta había convertido las posturas en objetivos, el medio convertido en el fin, confundiendo indagación por imposición. Error.
En realidad las posturas de yoga no ofrecen nada en si mismas, tan solo son herramientas a través de las cuales investigas, indagas en posibilidades, pero no las impones a tu cuerpo. Tu cuerpo es el que es y no tiene sentido imponerle posturas, eso lo único que hará será incrementar más la tensión que ya hay en él. La propuesta de una postura de Yoga va acompañada de una actitud difícil de asumir hoy en día, no se trata de conseguir la postura, sino de sentir las tensiones que impiden que se pueda hacer, de reconocer las limitaciones de tu cuerpo, en definitiva de ser sensible a los impactos que producen las acciones. Para ello no se requiere de ningún proceso de conceptualización a través de la mente, tan solo estar completamente presente en las sensaciones orgánicas, en resumen: sentir. En esta propuesta, el pensamiento, la incesante actividad mental, no es requerida, ya que uno puede sentir su cuerpo sin necesidad de conceptualizarlo a través de la mente.
En el proceso de la práctica, si te mantienes enfocado en las sensaciones orgánicas y dicho sea de paso evitando que éstas sean no solo desagradables sino de excesiva intensidad, poco a poco, la actividad mental va descendiendo, ya que como dije, sentir no requiere el proceso habitual de conceptualizar y al descender la actividad mental manteniendo el foco de atención hace que la consciencia esté presente en lo que es, sin las típicas modificaciones que produce el percibir desde una perspectiva condicionada por la mente.
En realidad el proceso es sencillo, es una forma de internalizar la atención, haciéndole un “bypass” a la mente, el mecanismo a través del cual filtramos lo que percibimos. Es suficiente tener claro el proceso en el cual estás embarcado y así no perder el rumbo (ni el tiempo).