Conozco a Antonio Tugores desde hace ya algunos años. Nos encontramos con ocasión de interesantes conversaciones entre escuelas de formación de profesores de Yoga para unirnos y encontrar una dirección afín en las respectivas actividades. Aquella vocación común por propiciar un entorno de amistad entre escuelas y vías diferentes quedó en nada pero entre nosotros nació una gran amistad que derivó en la creación de un proyecto común en Mallorca donde Antonio reside.
Siempre me ha llamado la atención el afán de superación que acompaña a Antonio en su vida. Es uno de los yoguis más comprometidos y más coherentes que conozco. El Yoga le acompaña desde hace 15 años y que le sirvió para ganar un pulso importante a la inmovilidad de por vida después de un accidente de tráfico que lo dejó postrado en una silla de ruedas. Su historia está plagada de situaciones de superación. Su práctica de Yoga y una actitud vital que le permite afrontar los acontecimientos desde la fluidez y la calma, son importantes valores que acompañan su identidad y su autenticidad.
Antonio Tugores es director Formador de Profesores de Yoga y Profesor de Yoga Dinámico, un estilo de Hatha Yoga basado en la sensibilidad o conciencia orgánica que él mismo ha integrado en su experiencia y conocimientos sobre el cuerpo y las posibilidades biomecánicas y funcionales del organismo en pos del desarrollo de la conciencia.
Mayte Criado. – Antonio, cuéntanos un poco cómo llegas al Yoga y qué ha significado en tu vida.
Antonio Tugores. – Bueno, en realidad el yoga nos llega y nosotros decimos que hemos llegado al yoga, pero si hago una mirada retrospectiva en mi vida, veo que ya, desde niño, tenia una inquietud interior fuerte, ¿de donde ha salido todo esto?, ¿y la inteligencia…. De donde viene? Con el paso de los años busqué estas respuestas en diferentes caminos, de todo tipo, incluso con una actitud impulsiva. La realización a nivel profesional, en el ámbito del sonido, no era suficiente como razón de vida (aparentemente), y a los 30 años, me quité de en medio, por decirlo de alguna forma, vendí mi empresa de sonido y me puse a practicar. Al principio pensaba que había sido una decisión, con el tiempo he visto que fue cuestión de supervivencia. Mi propia naturaleza precipito la situación… Evidentemente, esto supuso una experiencia que marco mi vida de una forma determinante. Los incesantes dolores de mi espalda, que desde hacía años, debido a una fractura de columna, no me dejaban vivir, desaparecieron. Y a partir de ese momento la dedicación al yoga ha sido prácticamente exclusiva.
M.C. – Supongo que tu visita al Hospital de Parapléjicos de Toledo y todos los años de terapia y recuperación que tuviste, han debido dejar una huella de incalculable valor en el conocimiento del cuerpo y sus respuestas ante el movimiento. También me pregunto cómo se vive todo esto y qué marcas deja. En el cuerpo puedo imaginarlas porque sé que te acompañan piezas ajenas en la columna, pero ¿y en la mente?
A.T.– La vida de un ser humano es un milagro, la vida en sí es ese milagro, las experiencias que vivimos son parte de ese milagro, que en ocasiones nos puede parecer una tragedia, que además se vuelva insoportable, pero no me cabe la menor duda de que estamos preparados para afrontar todas las situaciones que nos depara la vida. Las huellas que dejan las experiencias son las mismas, en el cuerpo y en la mente, solo las diferenciamos conceptualmente, por la forma en la que necesitamos ordenarlas, pero en realidad el ser humano se puede vivenciar como una matriz sensorial. Cuando el cuerpo y la mente se alinean, es inevitable que también lo haga el alma.
La capacidad del cuerpo para regenerarse es asombrosa, quizás ese sea el impacto mas claro de todo aquel proceso. Muchas veces me preguntan que hice para salir de esa lesión, y como he recuperado la movilidad. La verdad es que mi cuerpo lo hizo, no tengo una sensación clara de haber hecho algo en concreto que diera con la clave, salvo estar presente.
M.C. – Cómo comienza tu práctica de Yoga?
A.T.– Desde muy niño, tengo recuerdos de estar en estados de conciencia diferentes a los de la actividad habitual de la mente, como si entrara en un mundo interno sin objeto, ni cualidad alguna, sobre todo me pasaba en la naturaleza, mi cuerpo ya expresaba esos estados. Con la adolescencia se fueron, desaparecieron por completo, pero quedó un poso, un recuerdo. Dentro de todas mis inquietudes, que poco a poco se apaciguaban, la espiritual no encontraba sosiego alguno. A pesar de estar realizado a nivel profesional, y en el ámbito personal, había un desasosiego interno, estaba desconectado de mi naturaleza, seguramente suplantada por mi personalidad. Entonces fue en un retiro de yoga, después de armonizar mi cuerpo, en quietud, conecté con esos estados, que recordaba de mi infancia, y ahí seguían, tan sencillos y accesibles…
M.C. – Antonio, sé que en tus inicios para formarte como Profesor de Yoga, estuviste en una escuela que también te marcó especialmente por tu implicación y entrega en sus cursos y actividades así como a la persona que la creó. ¿Cómo fue esa experiencia?
A.T.– Esa experiencia fue necesariamente perfecta. Lo que quiero decir es que la personalidad de cada uno puede tener un juicio, en términos de bueno y malo, o mejor y peor, pero sea cual sea el juicio, seguro que está sesgado, sin perspectiva. Para mi fue una época de trabajo, que la recuerdo como algo duro, pero al mismo tiempo me enseñó cosas muy valiosas, me enseñó a ver a las personas y transcender sus personalidades, cosa que por otro lado te enseña a reconocer tu personalidad y el papel que juega en el desarrollo de las circunstancias. Formar un profesor de yoga no consiste simplemente en darle una metodología pedagógica sino mas bien en estimularle a que amplíe su criterio, que no deje de investigar, que se encuentre a si mismo en la intimidad de su práctica. Si condicionas en exceso esa enseñanza, se vuelve dogma y limita la experiencia. El yoga transciende las creencias los dogmas y las culturas, para apelar a la vida, a la realidad de la vida ocurriendo en ti, y a través de ti.
M.C. – Más tarde profundizas en la práctica del Yoga Dinámico y desde entonces, basas tu enseñanza en estos pilares. ¿Puedes explicarnos sus fundamentos?
A.T.– Los fundamentos del Yoga Dinámico son universales, con lo cual se pueden aplicar a cualquier estilo de yoga. El eje principal de la práctica es la sensibilidad. Una atención a lo que nuestro cuerpo expresa y necesita, sin imposiciones de ningún tipo. Es una invitación a volverte intimo contigo mismo, lo que implica que observas tu cuerpo y lo usas respetando la forma en la que ha sido diseñado. Entonces empiezas a sentir que hay algo evidente que ocurre a través de ti, la vida ocurriendo al margen de tu intención, cuando más te familiarizas con este hecho, de una forma natural se van dejando las facetas de control y la tiranía del yo va cediendo a la expresión natural de la vida. Cuando esto ocurre en la práctica, la memoria celular lo retiene, y de una forma progresiva (vinyasakrama) lo va integrando, tu expresión es más sensible de forma natural (ahimsa).
La practica, que es una combinación de movimiento y quietud, apunta fundamentalmente a una recuperación de la integridad estructural, principalmente a recuperar la relación entre la pelvis y el tórax. El resto ocurre debido a la unidad de vida que expresa el ser humano, recuperando la integridad estructural , recuperamos el resto de las integridades, tocando una parte del todo, accedemos al todo. Lo que más me llamó la atención de esta forma de acceder al cuerpo fue el respeto y la sensibilidad propuestas, lo que convierte la práctica en una meditación en nuestra propia naturaleza y a través de ella. Los estados meditativos ocurren de forma natural en el proceso de la práctica, se podría decir, cuando terminas la práctica que no hay un “yo meditando”, sino mas bien una meditación ocurriendo.
M.C. – ¿Es una propuesta para todo tipo de practicantes? ¿Cualquiera puede comenzar desde esto que propones?
A.T.– Es evidente que si, puede que haya personas que estén físicamente mas impedidas que otras, eso es un reto para el profesor, claro, pero no debería ser un problema. Al principio el nombre despista un poco, es decir al añadirle “dinamico”, nos puede dar la impresión de que va a ver mucho movimiento y eso nos va ha hacer sudar. Nada mas lejos de la realidad, el movimiento siempre es dentro de tus posibilidades, y se usa precisamente para que el cuerpo no entre en tensión, ya que es mas fácil para el ser humano moverse que quedarse en quietud. Para ir hacia la quietud los músculos tienen que estar entrenados de una forma muy peculiar, si no lo están , las posturas de yoga crearan tensión y eso no es el patrón que estamos buscando en una clase de yoga. No se trata de estresar el cuerpo para que luego se relaje, si no mas bien de usarlo en la forma que ha sido diseñado y restablecerlo a diferentes niveles.
M.C. – ¿Realmente el cuerpo actúa, responde y trabaja como un todo? ¿Cómo lo vives y cómo lo transmites? ¿En qué consiste?
A.T.– A pesar de la visión tradicional de la medicina en Occidente, que aborda el cuerpo como un conjunto de partes, que funcionan por separado, la experiencia desde la perspectiva que ofrece la práctica de posturas de yoga puede ser, y de hecho lo es, muy distinta.
El hecho de que la mente perciba como lo hace, crea la sensación en el individuo de que estamos compuestos de partes, es decir; pies, piernas, brazos, manos etc. Cosa que se intensifica desde la perspectiva médica occidental del cuerpo; un sistema digestivo, un sistema óseo-muscular, otro nervioso… Esta clasificación es fruto de una visión superficial mecanicista, como si el cuerpo humano se pudiera construir como un coche o algo parecido. Pero el hecho es que esto no es así. Aunque juntáramos varios miembros constituyendo varios sistemas es evidente que no construiríamos un ser humano. Por lo tanto se puede afirmar que esta visión del cuerpo sólo es una forma que la mente tiene de interpretarlo. Si nos adentramos en la experiencia del cuerpo, desprendiéndonos de los condicionamientos mentales, se puede sentir de una forma vivencial que las acciones en el cuerpo no ocurren aisladamente, y que para alargar un brazo la acción debe estar sustentada por el resto del cuerpo. El resto del cuerpo es “todo” el resto del cuerpo, por que si hay alguna parte del cuerpo que no secunda el estiramiento del brazo, es probable que éste se estire creando conflicto o no se estire completamente. No solo a nivel muscular el brazo necesita una compensación del resto de la musculatura, sino que intervienen un sinfín de acciones que la mente es incapaz de determinar durante la acción. En esta cadena de acciones se expresa la “inherente unidad” entre los diferentes aspectos o niveles del ser humano. De la misma manera que no hay una separación entre nuestros sistemas óseo-musculares, nervioso, linfático, digestivo, etc. Tampoco la hay entre los diferentes aspectos del ser, dicho de una manera mas simple: no hay una separación de nuestra parte física, de nuestras emociones, o nuestra condición de seres espirituales, cuerpo mente y espíritu forman un todo unificado, y al mismo tiempo es un holograma de la conciencia que refleja un microcosmos desde un macrocosmos.
Por lo tanto no puedes unir lo que ya está unido, en todo caso puedes hacerte consciente de esta unidad, por lo que encuentro más acertado dirigir la práctica del yoga hacia el acto de observar esta unión, más que hacia la intención de unir algo.
Esto implica una actitud de confianza en el proceso de la vida y un volverse íntimo con las sensaciones que destila nuestra práctica. No necesitas enseñarle a una célula de tu hígado cómo ser célula de tu hígado, ni tienes que enseñarles a tus riñones cómo deben depurar la sangre – esa información está implícita en tu ADN, el código genético de la especie, al igual que el resto de informaciones que necesitas para sentirte pleno, unido o completo, por expresarlo de algún modo. La propuesta fundamental del yoga es reconocer esa información de una forma en la que te sientas seguro. Cuando te sientes totalmente seguro, te relajas y de esta relajación profunda, que viene de una experiencia celular e incluso atómica, es de donde surge esa paz que traspasa todo entendimiento. En realidad no has unido nada, tan solo se ha revelado esta unidad de vida que se expresa a través del cuerpo, como vehículo o receptáculo de conciencia finito.
M.C. – Como formador de profesores de Yoga ¿Qué es lo más importante que debe tener en cuenta un instructor a la hora, por ejemplo, de impartir una clase? ¿Qué aconsejas?
A.T.– Como dije antes, formar un profesor de yoga es muy complejo, los métodos tradicionales de occidente no son los mas adecuados para la trasmisión del yoga. Lo mejor que puede hacer un instructor de yoga cuando está delante de sus alumnos es estar presente. Con ello quiero decir que mire lo que tiene delante, que se conecte con el momento, concentrado en la necesidades de los alumnos. He visto clases de yoga en que el profesor se desconecta de sus alumnos, de tal manera que si fueran otros la clase sería idéntica. Cada persona tiene su historia escrita en su cuerpo, la forma en que pone las manos, como dobla los brazos, los ejes de los pies y las rodillas, la posición de la pelvis, las curvas de la espalda, el eje del cuello… todo son detalles que nos dan información sobre las necesidades los practicantes, tienes que verlos, estar ahí, concentrado en la expresión de vida que está ocurriendo, desde mi punto de vista el profesor de yoga es un servidor del alumno, está a su servicio para guiarle en su práctica hacia una integridad estructural.
M.C. – ¿Cómo es tu vida cotidiana?
A.T.– Veo a mis hijos crecer y me pregunto ¿qué será de ellos?, es un enigma. Puede que la vida haya cambiado mucho en su aspecto externo, pero los retos a los que se enfrenta el ser humano siempre son los mismos. Vivimos encerrados en la estrechez de nuestras mentes, todo el mundo quiere ser compasivo, pero hasta un punto, todo el mundo quiere ser respetuoso, con el planeta, pero hasta un punto. La tendencia del ser humano es la que es, vivimos una especie de esquizofrenia colectiva, en la que una cuarta parte de la población mundial está saqueando los recursos naturales del planeta a costa de la pobreza del resto, pero nos va bien porque tenemos acceso al ipod 5 o la Tablet de última generación. Cuando te das cuenta de que la sociedad de consumo no apacigua tu ansiedad, y que no eres más por tener más, la propia comprensión genera paz, y una actitud de observador que te permite sentirte, estar en ti viendo la vida ocurrir. Como suelo decir cuando me preguntan ¿cómo estás?: “Atónito ante el espectáculo de mi vida ocurriendo a través de mi”