Mirar en una única dirección puede provocar que creas que lo que ves es lo que es, cuando en realidad tan solo es una parte de lo que es. Eso fue lo que me ocurrió a mí durante largos años con respecto a los Yoga-Sutras de Patanjali.
Los Yoga-Sutras, o aforismos sobre el Yoga, se le atribuyen a Patanjali, y datan del siglo III a. C. aunque hay bastantes discrepancias, tanto en la fecha como en la identidad del mismo Patanjali. En cualquier caso, son un clásico y una referencia para todo practicante de Yoga. Consisten en una descripción magistral del funcionamiento de la mente humana, pero debido a la complejidad del sánscrito (idioma del texto original) hay multitud de traducciones e interpretaciones, que van desde visiones moralistas, represivas y dualistas, hasta sus opuestas, naturalistas des-represivas no-duales.
En la primera versión de los Yoga-Sutras que llegó a mis manos se comentaba algo así como que Yama era la observación de 5 principios éticos o actitudes para con el mundo que un yogui debía seguir: No violencia (Ahinsa), No mentir (Satya), No robar (Asteya), Dominio de la energía hasta la castidad (Bramacharya) y, por supuesto, Austeridad (Aparigraha). Por otro lado estaba Niyama, otros cinco principios y en este caso las actitudes internas del yogui para con uno mismo: Pureza (Saucha), Conformidad (Shantosha), Autodisciplina (Tapas), Autoestudio (Swadyaya) y Devoción al Divino (Isvarapranidhana). Según la interpretación que se hacía, estos 10 principios eran el código moral de un aspirante a yogui. Si te fijas, verás que hay cierta similitud con los famosos 10 mandamientos cristianos, pero ¿cómo puede ser si el Yoga está desprovisto de imposiciones, supuestamente no es dogmático y traspasa las culturas para apelar a la vida? Cualquiera que honestamente le dé ese enfoque a su práctica espiritual no sólo se extenuará, sino que acabará en la más profunda de las frustraciones, con depresión incluida, a no ser que se esté engañando a sí mismo.
Mirando en esa única y dogmática dirección, extenuado hasta el punto de querer abandonar el Yoga, una feliz mañana de un diciembre gélido, mi sensación de angustia desapareció al escuchar la definición y el enfoque de Yama y Niyama que Godfrey Devereaux expresaba con su peculiar inglés. Recuerdo que se me saltaron las lágrimas, y no fui el único, cuando explicaba que Yama y Niyama no era un código moral ni podía ser impuesto como tal. Según Devereaux, Yoga es una invitación a descubrir la realidad más allá de lo aparente, no un empeño por transformarla.
Eso abrió mi comprensión a una nueva actitud de una forma automática. Literalmente me liberaba del juicio y la culpa, del bien y del mal, de la presión incesante que ejerce el pensamiento dual.
Imagínate que usas Yama como una lente a través de la cual mirar. Y, además, en vez de empezar por el NO, empiezas por lo que sientes… sensible a lo que se expresa en tu cuerpo (Ahinsa), lo haces honestamente (Satya) con una actitud abierta (Asteya) en la presencia (Bramacharia) de lo que generosamente se te ofrece (Aparigraha). Este enfoque nos lleva de lleno a la práctica de las posturas de yoga, o dicho de otra manera, contextualiza la práctica.
No puedes ser más sensible de lo que eres. Es imposible, pero en el momento en que eres consciente de que estás practicando sin sensibilidad, ya estás siendo todo lo sensible que necesitas ser. Seguramente no podrás permanecer impasible, inevitablemente mirarás a través del resto de lentes. Yama es como un diamante de cinco caras a través de las cuales puedes mirar.
Si te fijas, ser sensible no puede ser impuesto, es una característica que la vida va expresando por sí misma. Yama es una expresión directa de cómo la Conciencia y la Vida se expresan en sí mismas.
De la misma manera, Niyama puede ser utilizado en el mismo sentido. Pero el prefijo “ni” en sánscrito implica profundidad y esto nos indica que Niyama es un refinamiento de Yama, como si aumentáramos la resolución de las lentes para mirar todavía más hondo, más profundo. Niyama se encuentra implícito en Yama, pero apunta a una profundización en el contexto de la praxis, como si Patanjali nos invitara a ir a aspectos todavía más sutiles de la existencia para aclarar a la luz de la conciencia los misterios de la existencia expresándose a través de nuestro cuerpo. Una vez penetrada esta naturaleza, toda naturaleza es penetrada.
Saucha, esa pureza que se supone tienes que alcanzar, ya está implícita: la coherencia e integridad de tus células y la vida expresándose a través de tu organismo son una evidencia velada para la mayoría. Del mismo modo, la profundización a través de la práctica destila una confianza sin precedentes en el proceso de la vida expresando vida (Santosha), que al mismo tiempo despierta una fascinación por ese universo interno. Es el apasionamiento del enamorado de la vida (Tapas), que nos lleva de la mano al autoconocimiento, más como consecuencia que como intención (Swadyaya), lo que equivale a reconocer el proceso de la vida ocurriendo más allá de un yo personal. Equivale a reconocer la Fuente de la causalidad, la matriz causal de Conciencia (Ishavara pranidana) o alinearse con la fuente de la acción, reconociendo su impersonalidad. Igual que Yama, también Niyama es un diamante de cinco caras; una vez que te asomas a la profundidad de una de ellas las otras vendrán detrás.
La posibilidad de contextualizar Yama-Niyama en el marco de la práctica de posturas de yoga, y que además dejara de ser una especie de código moralista o ético, liberó tanta presión de mi interior que no pude ni quise contener el llanto, quizá por la felicidad que sentía (que todavía dura), o por sentirme necio, al haber estado obcecado y mirando en una sola dirección, convencido de que mi dirección era La dirección. Y todo ello porque le había dado más crédito a la interpretación de un libro que fue escrito hace 2.500 años en sánscrito, que a mis propios sentimientos.
Si tu profesor de yoga ha entendido el significado de Yama y Niyama, no te dará ningún discurso moralista sobre lo que es la violencia y lo que no lo es, simplemente te invitará a mirar con atención lo sensible que es la vida que se expresa en ti (Yama) y su profunda eternidad (Niyama).